top of page
PRELUDIO DE CENICIENTA

Formato: Performance en espacio público.
Duración de la acción: 2 horas

Apoyo: Horas perdidas Performance art Monterrey

Lugar de presentación: México, Monterrey

Año de producción: 2014

 

+INFO: http://vimeo.com/111906192?email_id=Y2xpcF90cmFuc2NvZGVkfGE5NzIxZDgzZGFiMmJlYTg0ODYzNThiMzFmNWZiNDA1NDU3fDEzNjA1OTM1fDE0MTYwMjYxMzV8NzcwMQ%3D%3D&utm_campaign=7701&utm_medium=clip-transcode_complete-finished-20120100&utm_source=email

Luego de que la Cenicienta había cantado toda la tarde en el parque de la Alameda, un hombre de rasgos indígenas, estatura baja, bigote y con una sonrisa de dientes perfectamente blancos, se le acerca y le dice:

- Yo soy el diablo y puedo convertirte en lo que yo quiera -

Cenicienta extrañada, prevenida y con miedo, pero con el ánimo de seguir el juego, contesta:

- ¿Ah sí, y en qué me vas a convertir?

- En un guajolote. Tú eres como un guajolote,  un ave de buen corazón; y tu… tú tienes un buen corazón - . Terminó por decir el hombre, quien también había adivinado la letra de la canción de Antonio Aguilar que la Cenicienta hábilmente había cambiado de melodía aprovechando su proveniencia y acento colombiano tan gratamente recibido en la ciudad regiomontana.

Sorprendida por el encuentro,  y más allá del contexto de la versión del cuento de la cenicienta de los hermanos Grimm, en donde las hermanas no son capaces de reconocer en ella una hermosa princesa – de buen corazón-, es ahora ella misma quien debe darse la tarea de reconocer en palabras de Nietzsche, cómo llega a ser lo que es.

Cenicienta llega a Monterrey con el prejuicio de encontrarse gravemente en la tierra del mero macho, donde presupone no va a ser tan bien recibida. Se había puesto en el lugar seguro de cantarle solamente a las chavas que habitualmente visitan la Alameda los domingos, pensando que ellas serían las únicas que sabrían soportar o comprender, o sabrían verse reflejadas, o tendrían la paciencia de escuchar cantar a un hombre vestido color rosa de quinceañera con altos tacones de plataforma tranparente. Sin embargo el performance propuesto para la cenicientas de Monterrey, se gira apuntando a su propio creador y es ahora él, durante la acción, consternado,  quien no sabe cómo responder ante la disposición, la sorpresa, las sabias palabras, los nobles gestos de admiración y escucha, adulación, sonrisas de hombres, mujeres, niños que quieren escuchar el canto de esa extraña diva para terminar ellos reconociéndose con sorpresa en sus propios labios las letras que la Cenicienta les canta al oído.

La acción se mantiene como un preludio, el Preludio de Cenicienta; no hay final; se abrieron más inquietudes y no habrá explicaciones. El parque de la Alameda de Monterrey seguirá dentro de los planes de tabula rasa para convertirse en un lugar más, del emporio comercial de alto nivel de Monterrey y se mantendrá esa fuerte tensión entre clases sociales donde a las princesas se les seguirá llamando domésticas. Cuántas cosas han tenido que ocurrir para que “campesinos”, “artistas”, “intelectuales”, “domésticas”, “amas de casa”, “trabajadores”, “gobernantes”, “sabios”,  “niños”, “estudiantes”, estuviésemos reunidos en el Parque de la Alameda el pasado 17 de agosto de 2014, viviendo una experiencia que trasciende los lugares comunes (comunes como los de la “realidad de alto nivel”), que va más allá de toda expectativa de un arte relacional, donde los espectadores ya están emancipados, donde la disposición a pensar y ser pensado es posible siempre que se haga caso a la realidad allí presente, donde la performancia está en todos los que participaron allí, donde toda acción es válida. Hay que tomar ejemplo de éste tipo de personas, los que son capaces de apropiarse de su propio destino al abandonar su territorio para aventurarse a ganar un peso en la gran ciudad, que son capaces de edificar una nueva realidad en un contexto diferente, de continuar la vida cargando el pasado, como una acumulación de recuerdos y experiencias que han hecho posible su existencia en un - aquí y ahora - tan posible como el que pudimos presenciar en la experiencia vital de relacionarse con el otro, de provocar y mantener la disposición sensible de los cuerpos, de poder hablar y pensar acerca de lo sucedido, de traer los recuerdos al presente en nuevas acciones, en retaliaciones que permiten construir miradas tan simples como constructivas de nuevos sueños y deseos vinculados al pensamiento, vinculados al sentido que ya nuestras vidas le están dando a una realidad que no es tan cierta ni tan verídica: si la Alameda dejara de existir, la gente como aquella, el pensamiento y el buen corazón, seguirán.

En reconocer dichas circunstancias es donde está la posibilidad de transformación, en que cada uno reconozca cómo llega a ser lo que ya es.

 

bottom of page